sábado, 28 de abril de 2012

La cultura del espectáculo

La máxima de Humboldt que subtitula este blog parece tomar perspectiva de lo que debería haber sido y no fue el papel de la arquitectura en los tiempos de ¿es usted estudiante de arquitectura? ¿Es arquitecto? pues tiene el futuro resuelto.
Lejos, muy lejos de que esa afirmación, y aunque sin ningún tipo de añoranza, asistimos  al examen de una sociedad que al definirnos por lo que somos, arquitectos, nos parecen conceder esa mirada condescendiente por lo poco bien, o mal, que seguro van o irán las cosas.
En un tiempo donde se concatenan conversaciones que llaman al pesimismo y al abandono, lo único de lo que pueden obtenerse respuestas es de los porqués y de los cómos.
Fernández Galiano en su discurso de entrada en la Real Academia de Bellas Artes ofreció muchas reflexiones sobre esos porqués, la edad del espectáculo: de gritos a susurros titulaba el tercer acto de su discurso, también hablaba de ello hace ya muchos años Amendola, y ambos coinciden en que se puede morir de inanición pero también sobrealimentación.
Desgraciadamente la metabolización ha resultado tóxica para una sociedad cargada de simbología y lo que es peor para una generación de arquitectos que ha olvidado, en muchas ocasiones, que su profesión no es tan susceptible de participar en el espectáculo, del mismo modo que la arquitectura no es tan partícipe del mundo de la subjetividad como muchos quisieron hacernos creer.
Lo que queda, que no es poco, consiste en cambiar dos tendencias que son igualmente difíciles de encauzar: por un lado la de una sociedad acostumbrada al show y por otro la de muchos profesionales encariñados con los fotocall, aunque lo que más aterra de todo es si, al despojarse de los vestidos de gala, se sigue manteniendo el tipo y ahí va inserto un poso que puede pensarse rancio pero que no deja de ser lo que mueve todas las cosas, la cultura.

Fotografía propiedad de maskarquitectura.